Aquel, era día de
limpieza, pero primero te voy a contar una cosa para que puedas seguir el hilo
del porqué de este diario y memorias.
El lugar en el
que me encontraba era una casita de campo que tenía su historia. Unos años atrás,
con mi ex-novia, aunque me gusta más decir la amiga con la que compartí siete
años de mi vida, decidimos hacer un viaje a México con un grupo de personas que
estaban practicando radiestesia y Feng Shui.
Ella estaba haciendo el curso y gracias a todo lo que aprendió, de
rebote, yo también lo aprendí. ¡Qué suerte la mía! Aquí le dejo este
agradecimiento por todos esos años compartidos. Sin ella, no cabe duda, yo no
estaría donde estoy. Gracias amiga del alma por toda tu dedicación, amor y
cariño.
Resulta que le
preguntó a su maestro si también me podía apuntar al viaje. Chiqui, que es como
se llama su maestro, le dijo que no había ningún inconveniente en que fuésemos
los dos, y ése sin duda fue el principio de lo que hoy es mi vida como ser
consciente.
El viaje de ida
fue formidable y los compañeros de viaje, también. Son unas bellísimas
personas. Llegamos al aeropuerto y Chiqui ya nos estaba esperando. Esa fue la
primera vez que tuve contacto con él y con el grupo al completo. Alguien en el
avión nos aconsejó a los dos que ese viaje probáramos de hacerlo como simples
amigos, que evitáramos el apoyo que las parejas se dan siempre y que nos
dejásemos fluir. Lo hablamos y, más o menos, quedamos de acuerdo en que iríamos
más sueltos, dejándonos experimentar cada uno cualquier situación por muy
complicada que fuese.
El lugar al cual
nos dirigíamos, la selva Mazateca, estaba un pelín lejos de Distrito Federal, capital de México,
así que fuimos aprovechando para recrearnos la vista con esos hermosos paisajes
tan cambiantes por donde pasábamos. Una de las paradas que estaban previstas
era visitar las pirámides de Teotihuacán.
LAS PIRÁMIDES DE
TEOTIHUACÁN
Estuvimos
paseando por el lugar mientras el resto del grupo hacía prácticas de
radiestesia en una de las plataformas al pie de la pirámide. Subimos los
escalones de la pirámide de La Luna e intentamos sentir la energía paseando por
una de las terrazas de la pirámide. Más tarde, nos reunimos en la cima e
hicimos un trabajo con acupuntura para el planeta tierra. Una técnica desarrollada por el profe de radiestesia para canalizar las energías telúricas.
No sé cuánto tiempo
estuvimos allí sentados meditando, pero ahora estoy seguro de lo que sentí. Mis
energías internas se incrementaban con cada instante en ese lugar. Me sentía
lleno de vida y con ganas de "comerme el mundo". Que, por cierto, esa misma
energía me acompañaría durante muchos días después en la selva Mazateca.
LA SELVA MAZATECA
Al llegar, lo
primero fue buscar un sitio para aparcar el vehículo en un lugar seguro, porque teníamos que
dejarlo allí durante quince días, ya que la ruta hacia la selva no se podía hacer en coche. Después nos pusimos a caminar un buen trecho
para poder llegar al campamento que estaba en el interior de la selva. Nosotros sólo habíamos leído en la página web que iríamos a hacer unas prácticas de
crecimiento personal en medio de la selva, pero la verdad es que no sabíamos ni
siquiera lo que nos depararía el viaje. Todo era un fluir sin saber: no había
preguntas, todo estaba tranquilo en nuestro interior.Pura confianza pero las sorpresas estaban por llegar.
Después de un
largo recorrido subiendo por el sendero que conducía al campamento, llegamos al
punto de encuentro. Vimos un conjunto de chozas construidas de barro y de cañas
junto a una casa, también de barro, pero de mayor tamaño. Al decirnos que ya
habíamos llegado pensé: "¿dónde?". Nos presentaron a la familia que
vivía allí: ellos serían los que se encargarían de nuestra manutención. También
nos presentaron a una pareja mexicana de psicólogos que, junto a Chiqui y su
esposa, conducirían las prácticas durante esos días. Después de las presentaciones nos mostraron el
lugar donde pasaríamos los quince días con sus respectivas noches. La cocina
estaba construida con maderos y planchas de hojalata. También había otras dos
edificaciones más hechas de cañas y barro. Una de ellas la utilizaríamos para
hacer las prácticas y, a la vez, también nos serviría de dormitorio. Cuando vi
aquello, pensé: "dónde me he metido". La cabaña era espaciosa, sin
nada en su interior; sólo había una especie de banco en forma de U hecho con
barro y dos vigas de madera que aguantaban el tejado. El techo estaba cubierto
de cañas y hojas de palma desecadas. El suelo era de barro; sólo lo
habían compactado un poco, pero aún se podían apreciar las pequeñas piedras
incrustadas y las irregularidades. Las paredes también estaban hechas de barro
y había una ventana no muy grande en una de ellas. Vaya, todo muy rupestre.
Nos dijeron que
escogiésemos un lugar para descansar y que, de ahora en adelante, ese sería el
sitio en el cual pasaríamos las noches. Ya nos ves a todos buscando un lugar
plano y sin piedrecitas. Misión imposible. Alguien dijo: "pero si está
todo lleno de hoyos y piedras, ¿cómo podremos dormir así?", y la respuesta
fue muy reconfortante: "tranquilos, los hoyos y las piedras os harán
acupuntura mientras dormís". Se olvidaron de decirnos: "si es que
dormís". La verdad es que ahora estoy muy agradecido por esa experiencia y
tantas otras, como utilizar el agua que recogíamos de la lluvia, el paisaje tan
bonito a la hora de ir al baño -o, mejor dicho, abonar el campo-, vivir sin
electricidad...
Los primeros días
fueron un poco difíciles, sobre todo por la comida y el dormir. Como llevábamos
una dieta vegetariana, por si acaso pusimos en la mochila unos frutos secos, algún suplemento
dietético y muchas más cosas. No estábamos seguros de qué tipo de comida nos
iban a dar y teníamos miedo de pasar hambre. "Cómo han cambiado las cosas,
!Dios mío¡, y ahora haciendo un ayuno de veintiocho días".
Con los días, el
cuerpo se fue acostumbrando a los cambios y las cosas fueron mejorando gracias,
sobre todo, a las caminatas energéticas y a los trabajos que hacíamos en grupo.
Un día que siempre tendré presente es el día de la ceremonia.
CEREMONIA CON LOS
HONGUITOS
El día anterior
nos reunieron a todos y nos hablaron de una práctica muy especial. Nos dijeron
que celebraríamos una ceremonia y que teníamos que comer poco, sólo pan y café
mazateco -que, por cierto, ¡qué bueno es!-, que ese día no haríamos muchas
actividades, que descansásemos. "¿Una ceremonia? -pensé para mí-. Bueno,
vamos a ver de qué se trata".
El día de la
ceremonia hicimos lo pactado y, al caer la noche, nos fuimos sentando todos
juntos, en el suelo, frente a la cabaña. Ese fue el primer momento en el que mi
compañera y un servidor se enteraron de qué iba esa ceremonia: consistía en
ingerir unos hongos alucinógenos y sentir qué te transmitían. Cuando fue mi
turno, dije:
-No, gracias, yo
no tomo drogas. -Chiqui se quedó con una cara que ni te cuento y respondió:
-¿No sabías que
veníamos a hacer unas ceremonias?
-Pues no,
creíamos que solamente veníamos a hacer unos trabajos en grupo. -Chiqui se
acercó:
-Mira, estos son
seres vivos que tienen la capacidad de hacerte recordar aquello que has
olvidado. No son drogas sintéticas ni nada por el estilo. Son seres con otro
tipo de conciencia que están para ayudarnos, pero si no te apetece hacer la
ceremonia, no pasa nada, puedes ir a dormir. -Miré a mi compañera, que estaba sentada
a mi lado, y le dije:
-Yo voy a
probarlo.
No estoy ni a
favor ni en contra. Lo que sí puedo decir es que, como experiencia, me fue muy
bien, pero también hay que vigilar de no tomar "los honguitos" muy a
menudo porque pueden acarrear graves problemas. Considero que no hay que
ingerirlos como golosinas y si se tiene que experimentar, se haga con gente que
sepa lo que hace. En mi caso, lo hice porque en esa semana de trabajos en grupo
cogí mucha confianza tanto con mis nuevos amigos como con los instructores, y
eso fue decisivo para que yo tomara aquella decisión.
LA EXPERIENCIA
EXTRASENSORIAL
Mi experiencia
fue fantástica. Viví la aventura de....
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